Soldado de lo incómodo, la tinta como artillería, la pluma envenenada, bla, bla, bla... Versado dandi que con ingenio desnuda una y otra vez la contradicción ajena, la nuestra: no deja de tener cierto encanto eso de convertirnos en una especie de “voyeurs de sala” del S. XIX, esos que vemos en ya desgastadas fotos en blanco y negro, sentados en trona, bien trajeados con su bigote y fumando en pipa, para ver pasar una y otra vez esas mujeronas en blancas enaguas. Solo que en vez de mujeronas, lo que nuestra madame pretende ofrecernos es teatro dramático: el de nuestro propio disparate, piensa él. El "enfant terrible", o tal vez como escribió alguno hace ya tiempo, “el caca, culo, pedo, pis” allá donde su dardo se muestre.
En este teatro poco se atiende a la forma, al objeto y puesta en escena no se le debe mimo, pues el transgresor más desea ser profesor que guardar la estética: el efecto en el público es lo que se busca, el impacto, lo deseado. Igual que los niños y no tan niños que en fiestas nos regalan durante horas y horas sonido de petardos: si lo que importa es que se oiga, no se puede uno permitir nunca dejar de encender la mecha, aunque ese ¡pum! sea tan redondo y vacío como un cero. Un clásico, “Ladran, luego cabalgamos”, es para el transgresor el criterio de acierto. Pero cuidado transgresor, no fuera a ser que la autocomplaciencia convirtiera ese criterio en “ladramos, luego cabalgamos”.
Y no vayan a creer ustedes que se puede desestimar al transgresor por la facilidad de su oficio: descubrir aquello que al otro importuna viene más por metódico trabajo de búsqueda que por genial inspiración, al fin y al cabo esta última nace de uno mismo, y tal vez pudiera ser que su producto al otro no le incomodase. En esta discusión, en esta otra riña y en el pifostio de más allá encontramos al transgresor en faena: atento a la reacción de los debatientes, máscara bauta en unas ocasiones, máscara moretta en otras, pero siempre con libreta y gafitas de contable, relacionando opiniones y reacciones para descubrir cual será la más rentable. Algunos podrían decir que su obra se construye desde el espectador. Otros incluso afirmar que no hay ni un ápice de espíritu propio: bonito homenaje en cualquier caso al otro. Y es que "querer" encuentra su etimología en "quaerere", que se traduciría como "buscar"... y es verdad, algo de cariño hay en el trabajo de búsqueda del transgresor. Recuerden esto siempre que su dardo les alcance, no se vayan a emborrachar de rabia.
Verán: los departamentos de ficción de las empresas, los de marketing, llaman “vacas sagradas” a aquellos productos y servicios estrella en los que pueden siempre refugiarse cuando las cosas vienen mal dadas. Así que sean por favor también comprensivos con nuestros transgresores: es tal la dificultad, pericia y sobre todo dedicación al prójimo que requiere tal oficio (que bonitos esos anuncios de grandes empresas que trabajan tanto por nuestro bienestar), que también ellos incluso se ven en ocasiones obligados a refugiarse en sus propias “vacas sagradas”. Ya saben, al fin y al cabo, junto con el fútbol el deporte nacional aquí es el tiro al profesor, al enfermero, al funcionario y a Hacienda.
Más adelante les hablaré de los ofendidos, que con los transgresores forman el mismo mercado, por mucho que les digan que unos quieren renegar de los otros. Como políticos y banqueros. Pero si eso ya otro día...
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Dedicado a... bueno, él lo sabrá si llega a leer esto ...
Comentarios
#0 La transgresión es una forma de amor. Los transgresores nunca son indiferentes a la sociedad que les rodea y, al contrario que los indiferentes, arriesgan su buen nombre y hasta a veces su integridad para agitar a una sociedad que no les gusta. En ese sentido, el transgresor tiene más de agitador y de revolucionario que el simple normoaceptante, o que ese tibio, moderado, que sería necesario escupir de nuestra boca (supongo que conoces la cita)
Transgredir va más allá del caca, culo, pis. Para transgredir realmente, es necesario buyscar las contradicciones de la norma, polñítica, social o económica. U por mucho que la palabra fecal esté mal vista en sociedad, tengo yo por muy pobre la transgresión que se para en normas tan pijoteras.
Háblanos de los ofendidos, por favor: son los que quieren gobernarnos, o callarnos, desde la agresividad pasiva. Sin arriesgar nada. Asumiendo el lugar de la víctima pero son asumir su sufrimiento. Son los que buscan dolor en el filón de los problemas ajenos, usando a los transgresores como minero. Por mí, que los follen.
Y no creo que Oscar Wilde haya leído tu artículo, pero seguro que le hubiese encantado.
#2
. "La transgresión es una forma de amor", ves, ya intuía yo que había mucho cariño en esto...
Venga va, esta próxima semana la de los ofendiditos...
#3 yo he pillado un rato:
¿Pero tú eres negro? ¿Pero tú eres pobre?
#4 El "metaofendido"... no me des ideas, que eso da para otro par de párrafos...
Incluso los hay con quién no me importaría compartir unas cervezas...