La pobreza en la vida temprana -en la niñez y en el útero- aumentan la probabilidad de una mala nutrición y otros factores estresantes, lo que resulta en un neurodesarrollo cognitivo deficiente y aumenta el riesgo de enfermedades mentales en la adultez. La pobreza también se asocia con una peor salud física, mayor exposición al trauma, la violencia, el crimen y un estatus social más bajo, cada uno de los cuales son factores que aumentan de manera significativa el riesgo de sufrir trastornos mentales a lo largo de la vida.
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