En el siglo XVIII, Joseph Priestley realizó un ingenioso experimento colocando una vela encendida y un ratón en un frasco cerrado, observando cómo el aire se agotaba.
Al añadir una planta de menta, el aire se “revivía”, permitiendo que el ratón sobreviviera y la vela siguiera ardiendo.
Este hallazgo reveló que las plantas regeneran el aire mediante la liberación de oxígeno, sentando las bases para comprender la fotosíntesis y la interdependencia entre animales y plantas
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Parece que usaba agua para meter y sacar cosas sin que el aire se renovara