El equivalente veraniego del placer culpable, esa excusita para tristes culturales (¿décadas de postmodernismo para venir ahora con que “es mala pero te ríes” o “no está mal con dos colegas y unas cervezas”?), es bajarse a la playa con una revista de chismes o de esoterismo para abuelas con la excusa de que con el calor tampoco puedes concentrarte más.
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