No son casos aislados. Fue una trama sistémica organizada por las jerarquías políticas y religiosas del Estado. Y no solo durante el franquismo, sino que permaneció inmutable con los pilares de la democracia ya bien asentados. El silencio, la connivencia y un compendio de intereses se convirtieron en el motor del tráfico de bebés robados, uno de los relatos más oscuros de la historia reciente de España. Al principio se concibió como una de las herramientas represivas del régimen; más tarde evolucionaría hasta mutar en un negocio.
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