Publicado hace 1 año por Ripio a historiasdelahistoria.com

Desde que se empezaron a traducir las primeras tablillas cuneiformes, había un apartado en el que los cabezas negras parecían no haber entrado: el de las adivinanzas. Resultaba extraño en un pueblo ingenioso aficionado a las metáforas poéticas y a los juegos de palabras. Esto cambió en 1960 cuando Edmund I. Gordon, tradujo unas pequeñas tablillas redondeadas procedentes de la ciudad de Ur. Se caracterizaban por presentar textos muy cortos, y porque su penúltima palabra era siempre “Ki-búr-bi”, que en sumerio significa “respuesta”.