Una pequeñísima isla que parece salida de un cuento busca que el mundo la tome en serio en sus reclamos de independencia. Vaya paradoja, su primer ministro puso sus ojos (y sus pies) en la Argentina. Annobón, apenas un par de montículos verdes en medio del Golfo de Guinea, alberga unas tres mil almas que sobreviven con la elegancia de quien sabe que la geografía los olvidó y los imperios los vendieron por unos caramelos de madera espolvoreados con azúcar impalpable.
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