Ir a la cocina, abrir el grifo y ver cómo aflora un generoso chorro de agua es una bendición. También el resultado de un intrincado sistema de ingeniería civil: hay que recoger el líquido, canalizarlo, potabilizarlo y llevarlo hasta cada uno de nuestros hogares. En la ciudad maya de Tikal, uno de los grandes yacimientos precolombinos, no disponían de tanta logística; pero se las apañaban igualmente bien. Y no lo tenían fácil: acogía miles de habitantes y afrontaban frecuentes sequías.
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Si los Mayas lo hicieron, no se adelantaron, somos nosotros lo que vamos con retraso.