En el estudio de la literatura medieval y de los grandes ciclos, siempre se hace mención a los tres más famosos, conocidos como Materia de Bretaña, Materia de Francia, y Materia de Roma. Esto lleva a preguntarse cómo es que no hay una “Matière d’Espaigne” o Materia de España, cuando sí que hay ciclos de romances, cantares, y novelas que podrían constituir lo que ordinariamente encaja en la definición de “materia”.
#2:
#1 No, es Espaigne. Igual que es Bretaigne, que es como lo escribe Jehan Bodel.
Aquí te dejo una imagen sacada de la Chanson de Roland, manuscrito Digby 23 de la Biblioteca Bodleiana de Oxford.
#9:
Es como la campiña. Hay campiña francesa, campiña inglesa y campiña italiana. En España tenemos puto campo y andando con ello
#22:
Me encanta el Tirante el Blanco. Tiene un no se qué televisivo sorprendente. Llevo estos días releyendo por tercera vez ese libro que nadie lee y todos conocemos por los viejos planes de estudio del bachillerato. Es la cumbre de la novela de caballería, el único en su género que en El Quijote se salva de la pira censora del cura y el barbero. “Es el mejor libro del mundo”, diría Cervantes.
Desde el punto de vista de la estructura, es un libro ambicioso que contrasta con el registro de defunción que se ha expedido en nuestra época, que lo ha embalsamado con el aceite rancio de la indiferencia. Sorprende la disparatada vitalidad de este cadáver. ¿Hace falta decir que Cervantes no quiso acabar con este tipo de novela?
Mario Varga Llosa, en el prólogo de la edición que manejo, coloca al valenciano Joan Martorell como el primero de “esa estirpe de suplantadores de Dios –Fielding, Balzac, Dickens, Flaubert, Joyce, Faulker- que pretenden crear en sus novelas una realidad total”. Tirante el Blanco es un intento descabellado, como el de que aquel personaje de Borges que quería construir un mapa del mundo a escala natural.
Por supuesto, es una novela de caballería, aunque menos inverosímil. Apenas se registran sucesos sobrenaturales, salvo algún añadido que los filólogos han atribuido a Martí de Galba. También, pese a sus anacronías y hechos falseados, es una novela histórica, pues se han identificado monarcas, acciones y lugares que Martorell ha robado a la crónica de su época. Pero ¿cómo fiarse de una Inglaterra invadida por la morisma en sus primeros capítulos? Cuando al conde de Varoic se le aparece la Virgen para que socorra al rey inglés, ¿no nos estamos instalando en la fantasía?
Vargas Llosa se pregunta también si no estaremos también ante una novela militar. El Tirante recoge todos “los secretos de la brutalidad de su época”. La cantidad de información que proporciona sobre los usos y costumbres militares es tan pormenorizada que otro tipo de obras –sobre todo películas- pecan de inexactitud. Esta novela describe el arte abyecto de la guerra con una precisión caudalosa y bestial. La educación del hijo del conde de Varoic puede resumirse en tres lecciones: recién nacido, se le golpea para que llore por la partida de su padre y haga suyo el dolor de su madre; de niño, su padre le obliga a rematar a un árabe enemigo, tras lo cual lava con la sangre del muerto; ya joven, se dispone a participar en un torneo y derrota a todos sus adversarios. También el entramado estratégico es vario y sorprendente. Una batalla puede ser ganada cambiando por jabón y queso la punta de los pivotes de ballesta del enemigo. La violencia, convenientemente estilizada –no puede dejar de pensar en Kill Bill- es generosa en su descripción. Durante el sitio de Rodas, sus habitantes comen gatos y ratas, a menudo los sesos chorrean “por los ulls y las orelles”y el número de mutilaciones y miembros cercenados superaran lo que podríamos soportar en una pantalla de cine.
Cierto, señala Vargas Llosa, también podría ser una novela social o costumbrista. Tirante tiene algo de comedia humana a lo Balzac. En su abigarrado interior, encierra una visión completa de su época, con sus estamentos sociales, sus costumbres religiosas y el ascenso de las clases más bajas –relegadas a un incipiente papel secundario-, con la que comienza a mostrarse esa tensión social característica de la novela moderna. “Es un maniático y perverso entomólogo”, afirma el escritor peruano, a propósito del repertorio de usos y costumbres de una época que asiste al nacimiento de los primeros burgueses con aspiraciones o a la lucha de gremios y artesanos que alborotan la escena política medieval, aunque por fecha de publicación debemos entender que el Tirante es una novela renacentista y, por lo tanto, muy humana.
Tan humana que cabe pensar también que es una novela erótica, pues el sexo tiene un papel primordial, más aún si cabe que la guerra. Al principio de la obra, casi no aparece. Poco a poco, hasta que Tirante toca por descuido los pechos de la bella Agnés al quitarle un relicario, el sexo se desborda por la variedad y la fantasía: desde el diplomático amor cortés de palabras apenas susurradas, al puro desmadre orgiástico, el sexo sin preliminares, fetichismo, lesbianismo, intentos de violación, voyerismo, juegos éroticos, incesto. No aparecen prostitutas pero, como sugiere Vargas Llosa, “el amor tiene casi siempre implicaciones mercenarias”. El sexo vale tanto como las monedas que los personajes intercambian.
En cualquier caso, Tirante vale como novela psicológica en la medida en que lo hace, por ejemplo, Los Soprano, en donde se profundiza en la psique de unos personajes ajenos por completo a nosotros para atravesar la carne sensible que descubra su origen y sus motivaciones. De forma gradual y justificada, ahorrando en adjetivos, se nos dibujan comportamientos. La narrativa contemporánea pocas veces ha demostrado tanta delicadeza, tanta sabiduría en la puesta en marcha de unos personajes que se individualizan con la certera narración de sus actos. Me meo en Juego de Tronos y en los brujos albinos. Bueno ya me callo. Soy un pesado. Gracias.
#15:
#14 Lo de la i larga al final de una secuencia es de lo más normal hasta comienzos del siglo XVIII. En principio está pensado para facilitar la lectura de los números, especialmente el 4, que normalmente se escribía con cuatro íes, aunque la forma IV también es común. Así, en textos anteriores al XVIII es normal ver cosas como VIJ, IIIJ, o XVIJ. Incluso se encuentran con minúsculas, que era lo normal (vij, iiij, xvij).
Roma no es una ciudad, o al menos no sólo es una ciudad. Roma era el Imperio Romano, o la Roma antigua si así se prefiere.
En cuanto a que falte una coma en la enumeración, es un lapsus manu mío. Debería leerse "de Francia, de Bretaña, y de Roma la grande".
Me encanta el Tirante el Blanco. Tiene un no se qué televisivo sorprendente. Llevo estos días releyendo por tercera vez ese libro que nadie lee y todos conocemos por los viejos planes de estudio del bachillerato. Es la cumbre de la novela de caballería, el único en su género que en El Quijote se salva de la pira censora del cura y el barbero. “Es el mejor libro del mundo”, diría Cervantes.
Desde el punto de vista de la estructura, es un libro ambicioso que contrasta con el registro de defunción que se ha expedido en nuestra época, que lo ha embalsamado con el aceite rancio de la indiferencia. Sorprende la disparatada vitalidad de este cadáver. ¿Hace falta decir que Cervantes no quiso acabar con este tipo de novela?
Mario Varga Llosa, en el prólogo de la edición que manejo, coloca al valenciano Joan Martorell como el primero de “esa estirpe de suplantadores de Dios –Fielding, Balzac, Dickens, Flaubert, Joyce, Faulker- que pretenden crear en sus novelas una realidad total”. Tirante el Blanco es un intento descabellado, como el de que aquel personaje de Borges que quería construir un mapa del mundo a escala natural.
Por supuesto, es una novela de caballería, aunque menos inverosímil. Apenas se registran sucesos sobrenaturales, salvo algún añadido que los filólogos han atribuido a Martí de Galba. También, pese a sus anacronías y hechos falseados, es una novela histórica, pues se han identificado monarcas, acciones y lugares que Martorell ha robado a la crónica de su época. Pero ¿cómo fiarse de una Inglaterra invadida por la morisma en sus primeros capítulos? Cuando al conde de Varoic se le aparece la Virgen para que socorra al rey inglés, ¿no nos estamos instalando en la fantasía?
Vargas Llosa se pregunta también si no estaremos también ante una novela militar. El Tirante recoge todos “los secretos de la brutalidad de su época”. La cantidad de información que proporciona sobre los usos y costumbres militares es tan pormenorizada que otro tipo de obras –sobre todo películas- pecan de inexactitud. Esta novela describe el arte abyecto de la guerra con una precisión caudalosa y bestial. La educación del hijo del conde de Varoic puede resumirse en tres lecciones: recién nacido, se le golpea para que llore por la partida de su padre y haga suyo el dolor de su madre; de niño, su padre le obliga a rematar a un árabe enemigo, tras lo cual lava con la sangre del muerto; ya joven, se dispone a participar en un torneo y derrota a todos sus adversarios. También el entramado estratégico es vario y sorprendente. Una batalla puede ser ganada cambiando por jabón y queso la punta de los pivotes de ballesta del enemigo. La violencia, convenientemente estilizada –no puede dejar de pensar en Kill Bill- es generosa en su descripción. Durante el sitio de Rodas, sus habitantes comen gatos y ratas, a menudo los sesos chorrean “por los ulls y las orelles”y el número de mutilaciones y miembros cercenados superaran lo que podríamos soportar en una pantalla de cine.
Cierto, señala Vargas Llosa, también podría ser una novela social o costumbrista. Tirante tiene algo de comedia humana a lo Balzac. En su abigarrado interior, encierra una visión completa de su época, con sus estamentos sociales, sus costumbres religiosas y el ascenso de las clases más bajas –relegadas a un incipiente papel secundario-, con la que comienza a mostrarse esa tensión social característica de la novela moderna. “Es un maniático y perverso entomólogo”, afirma el escritor peruano, a propósito del repertorio de usos y costumbres de una época que asiste al nacimiento de los primeros burgueses con aspiraciones o a la lucha de gremios y artesanos que alborotan la escena política medieval, aunque por fecha de publicación debemos entender que el Tirante es una novela renacentista y, por lo tanto, muy humana.
Tan humana que cabe pensar también que es una novela erótica, pues el sexo tiene un papel primordial, más aún si cabe que la guerra. Al principio de la obra, casi no aparece. Poco a poco, hasta que Tirante toca por descuido los pechos de la bella Agnés al quitarle un relicario, el sexo se desborda por la variedad y la fantasía: desde el diplomático amor cortés de palabras apenas susurradas, al puro desmadre orgiástico, el sexo sin preliminares, fetichismo, lesbianismo, intentos de violación, voyerismo, juegos éroticos, incesto. No aparecen prostitutas pero, como sugiere Vargas Llosa, “el amor tiene casi siempre implicaciones mercenarias”. El sexo vale tanto como las monedas que los personajes intercambian.
En cualquier caso, Tirante vale como novela psicológica en la medida en que lo hace, por ejemplo, Los Soprano, en donde se profundiza en la psique de unos personajes ajenos por completo a nosotros para atravesar la carne sensible que descubra su origen y sus motivaciones. De forma gradual y justificada, ahorrando en adjetivos, se nos dibujan comportamientos. La narrativa contemporánea pocas veces ha demostrado tanta delicadeza, tanta sabiduría en la puesta en marcha de unos personajes que se individualizan con la certera narración de sus actos. Me meo en Juego de Tronos y en los brujos albinos. Bueno ya me callo. Soy un pesado. Gracias.
#22 El Tirant debía estar adelantada a su época. Pensemos que en el siglo XVI aún se leía el Amadís de Gaula como algo popular. Si hubiese una novela que disputase la fama de "primera novela moderna" al Quijote sería ésta sin duda.
#14 Lo de la i larga al final de una secuencia es de lo más normal hasta comienzos del siglo XVIII. En principio está pensado para facilitar la lectura de los números, especialmente el 4, que normalmente se escribía con cuatro íes, aunque la forma IV también es común. Así, en textos anteriores al XVIII es normal ver cosas como VIJ, IIIJ, o XVIJ. Incluso se encuentran con minúsculas, que era lo normal (vij, iiij, xvij).
Roma no es una ciudad, o al menos no sólo es una ciudad. Roma era el Imperio Romano, o la Roma antigua si así se prefiere.
En cuanto a que falte una coma en la enumeración, es un lapsus manu mío. Debería leerse "de Francia, de Bretaña, y de Roma la grande".
#15 ¿Eres el autor del artículo? Menuda sorpresa, muy buen trabajo En ese caso recomendaría que se incluyeran aunque sea de forma breve estas distinciones, para saber por qué Bretaña y por qué Francia. Muchas gracias.
Eso es lo que se llama Leyenda Negra, y es por esto que se suprimió hasta llevarlo al olvido. Prefiero llamarlo Mito Romántico porque hace mayor mención específica a la época en la que se escribe la Historiografía actual dejando esta de lado por algunos intereses de terceros países, entendible. Por algo aquí a los ilustrados se los llamaba afrancesados. De alguna manera se sabía en la época.
#11 La historia se escribe en el s. XIX y el lenguaje/metodología/metahistoria viene de ahí, no de antes. A Bodel y otros tantos se les lee/interpreta desde cada presente con el método modernista.
Lo que hay que leer. Esto está cada día más explicado por autores/as. No es nada oculto, vaya.
#1 No, es Espaigne. Igual que es Bretaigne, que es como lo escribe Jehan Bodel.
Aquí te dejo una imagen sacada de la Chanson de Roland, manuscrito Digby 23 de la Biblioteca Bodleiana de Oxford.
Los reinos hispanos no despuntaban todavía en épica, en cambio, el gallego, junto al provenzal, eran las lenguas en la se consideraba más refinado hacer poesía.
#24 Yo he hablado de la literatura europea. De hecho había puesto francesa pero he preferido generalizarlo, pero, que haya visto yo con mis porpios ojos, la Chanson de Roland habla de España.
No España en el sentido político de la nación actual de España (o las fantasias de que España existe desde el Pleistoceno), sino como término geográfico, al igual que se hablaba de Italia y Alemania siglos antes de formarse como estados.
#28 Pero piensa que se refieren a Bretaña, Roma y Francia como distintas culturas/civilizaciones, y no como lugares geográficos. Tenemos la materia de los bretones, los francos y los romanos, por lo que lo normal hubiera sido hablar de una materia de los castellanos, leoneses, asturianos, etc. en caso de tratarse de ciclos locales.
España se refería a toda la península ibérica, y si bien algunos ya hablaban de España para referirse al reino de Castilla, en los siglos XII-XIII no había una uniformidad cultural castellana que permitiese hablar de "materia de España", del mismo modo que nadie podría hablar de una "literatura italiana" hasta el siglo XIV.
Es por éso que me chirría un poco, porque los ciclos citados son castellanos y me atrevería a decir que hasta al menos el siglo XVI pocos hablarían de una literatura de España para referirse a la literatura castellana.
Pero bueno, hablamos de terminología historiográfica al final, no desmerezco la calidad del artículo. En el siglo XIII no había una civilización dominante aún, no lo suficiente como para que fuera identificada como la civilización o el pueblo de España (como ocurriría a finales del XV, en el que Castilla y el castellano empiezan a ser sinónimos de España y español para muchos). Por éso creo que en el siglo XIII era temprano para que hablasen de una "materia de España" en Francia.
El tema es que en España, todo lo de la Edad Media esta fragmentado en las lenguas de los diferentes reinos peninsulares, incluyendo una parte que seria la los reinos musulmanes. Así que la historiografia ,que muchas veces esta inspirada por la política moderna posterior a la revolución Francesa (nacionalista), prefiere pasar de puntillas por ese período y centrarse en el siglo de Oro, donde tienen mucha menos competencia.
#5 Son tres, y de hecho Bodel así lo dice: "III matières". Los números arábigos aún no se habían popularizado, por eso usa números romanos.
La materia de Francia es el ciclo de Carlomagno, la de Bretaña es el ciclo artúrico, y la de Roma son las historias de la antigüedad.
#7 Seguramente tengas razón, pero se lee "iij" (dos íes y una j), lo cual es probable que haya sucedido algo en la transcripción del contenido. Roma es una ciudad y Bretaña una región, pero Francia es un país y no veo la coma que los separe. Tampoco cita Italia... y como dice #8 que es como pensé quizá lo hizo para evitar confusión.
#23 Y después del Medievo, Camões habla de los reyes de León y Galicia como parte de la historia de Portugal, y se llama a sí mismo y a los portugueses "espanhois" en el s. XVI (antes de la Unión Ibérica de Felipe II, es decir que no era por eso, sino como dices una identificación geográfica).
Se debería de especificar materia en el mundo literario y definirla en tal mundo. De lo contrario sería incultura (postura opuesta de lo que se pretende) hacerla global en tal definición. O que no hay otra.
Dicho de otra forma todavía no me ha quedado claro lo que es la materia (en este artículo que lo da por hecho como superioridad cultural). Pero si sé lo que es la materia (en el mundo físico).
Comentarios
Es como la campiña. Hay campiña francesa, campiña inglesa y campiña italiana. En España tenemos puto campo y andando con ello
Me encanta el Tirante el Blanco. Tiene un no se qué televisivo sorprendente. Llevo estos días releyendo por tercera vez ese libro que nadie lee y todos conocemos por los viejos planes de estudio del bachillerato. Es la cumbre de la novela de caballería, el único en su género que en El Quijote se salva de la pira censora del cura y el barbero. “Es el mejor libro del mundo”, diría Cervantes.
Desde el punto de vista de la estructura, es un libro ambicioso que contrasta con el registro de defunción que se ha expedido en nuestra época, que lo ha embalsamado con el aceite rancio de la indiferencia. Sorprende la disparatada vitalidad de este cadáver. ¿Hace falta decir que Cervantes no quiso acabar con este tipo de novela?
Mario Varga Llosa, en el prólogo de la edición que manejo, coloca al valenciano Joan Martorell como el primero de “esa estirpe de suplantadores de Dios –Fielding, Balzac, Dickens, Flaubert, Joyce, Faulker- que pretenden crear en sus novelas una realidad total”. Tirante el Blanco es un intento descabellado, como el de que aquel personaje de Borges que quería construir un mapa del mundo a escala natural.
Por supuesto, es una novela de caballería, aunque menos inverosímil. Apenas se registran sucesos sobrenaturales, salvo algún añadido que los filólogos han atribuido a Martí de Galba. También, pese a sus anacronías y hechos falseados, es una novela histórica, pues se han identificado monarcas, acciones y lugares que Martorell ha robado a la crónica de su época. Pero ¿cómo fiarse de una Inglaterra invadida por la morisma en sus primeros capítulos? Cuando al conde de Varoic se le aparece la Virgen para que socorra al rey inglés, ¿no nos estamos instalando en la fantasía?
Vargas Llosa se pregunta también si no estaremos también ante una novela militar. El Tirante recoge todos “los secretos de la brutalidad de su época”. La cantidad de información que proporciona sobre los usos y costumbres militares es tan pormenorizada que otro tipo de obras –sobre todo películas- pecan de inexactitud. Esta novela describe el arte abyecto de la guerra con una precisión caudalosa y bestial. La educación del hijo del conde de Varoic puede resumirse en tres lecciones: recién nacido, se le golpea para que llore por la partida de su padre y haga suyo el dolor de su madre; de niño, su padre le obliga a rematar a un árabe enemigo, tras lo cual lava con la sangre del muerto; ya joven, se dispone a participar en un torneo y derrota a todos sus adversarios. También el entramado estratégico es vario y sorprendente. Una batalla puede ser ganada cambiando por jabón y queso la punta de los pivotes de ballesta del enemigo. La violencia, convenientemente estilizada –no puede dejar de pensar en Kill Bill- es generosa en su descripción. Durante el sitio de Rodas, sus habitantes comen gatos y ratas, a menudo los sesos chorrean “por los ulls y las orelles”y el número de mutilaciones y miembros cercenados superaran lo que podríamos soportar en una pantalla de cine.
Cierto, señala Vargas Llosa, también podría ser una novela social o costumbrista. Tirante tiene algo de comedia humana a lo Balzac. En su abigarrado interior, encierra una visión completa de su época, con sus estamentos sociales, sus costumbres religiosas y el ascenso de las clases más bajas –relegadas a un incipiente papel secundario-, con la que comienza a mostrarse esa tensión social característica de la novela moderna. “Es un maniático y perverso entomólogo”, afirma el escritor peruano, a propósito del repertorio de usos y costumbres de una época que asiste al nacimiento de los primeros burgueses con aspiraciones o a la lucha de gremios y artesanos que alborotan la escena política medieval, aunque por fecha de publicación debemos entender que el Tirante es una novela renacentista y, por lo tanto, muy humana.
Tan humana que cabe pensar también que es una novela erótica, pues el sexo tiene un papel primordial, más aún si cabe que la guerra. Al principio de la obra, casi no aparece. Poco a poco, hasta que Tirante toca por descuido los pechos de la bella Agnés al quitarle un relicario, el sexo se desborda por la variedad y la fantasía: desde el diplomático amor cortés de palabras apenas susurradas, al puro desmadre orgiástico, el sexo sin preliminares, fetichismo, lesbianismo, intentos de violación, voyerismo, juegos éroticos, incesto. No aparecen prostitutas pero, como sugiere Vargas Llosa, “el amor tiene casi siempre implicaciones mercenarias”. El sexo vale tanto como las monedas que los personajes intercambian.
En cualquier caso, Tirante vale como novela psicológica en la medida en que lo hace, por ejemplo, Los Soprano, en donde se profundiza en la psique de unos personajes ajenos por completo a nosotros para atravesar la carne sensible que descubra su origen y sus motivaciones. De forma gradual y justificada, ahorrando en adjetivos, se nos dibujan comportamientos. La narrativa contemporánea pocas veces ha demostrado tanta delicadeza, tanta sabiduría en la puesta en marcha de unos personajes que se individualizan con la certera narración de sus actos. Me meo en Juego de Tronos y en los brujos albinos. Bueno ya me callo. Soy un pesado. Gracias.
#22 Gracias a ti, aunque se me hace raro leer "Tirante el blanco", muchos años leyendo "Tirant lo Blanch"
#30 Obviamente, la versión que he leído es una traducción. Y sí, suena mejor Tirant lo Blanch".
#22 El Tirant debía estar adelantada a su época. Pensemos que en el siglo XVI aún se leía el Amadís de Gaula como algo popular. Si hubiese una novela que disputase la fama de "primera novela moderna" al Quijote sería ésta sin duda.
#14 Lo de la i larga al final de una secuencia es de lo más normal hasta comienzos del siglo XVIII. En principio está pensado para facilitar la lectura de los números, especialmente el 4, que normalmente se escribía con cuatro íes, aunque la forma IV también es común. Así, en textos anteriores al XVIII es normal ver cosas como VIJ, IIIJ, o XVIJ. Incluso se encuentran con minúsculas, que era lo normal (vij, iiij, xvij).
Roma no es una ciudad, o al menos no sólo es una ciudad. Roma era el Imperio Romano, o la Roma antigua si así se prefiere.
En cuanto a que falte una coma en la enumeración, es un lapsus manu mío. Debería leerse "de Francia, de Bretaña, y de Roma la grande".
#15 ¿Eres el autor del artículo? Menuda sorpresa, muy buen trabajo En ese caso recomendaría que se incluyeran aunque sea de forma breve estas distinciones, para saber por qué Bretaña y por qué Francia. Muchas gracias.
#29 Hay un artículo de WIki sobre todos los exónimos de Alemania, digo Germania, digo Saksa, digo Niemcy, digo...
Eso es lo que se llama Leyenda Negra, y es por esto que se suprimió hasta llevarlo al olvido. Prefiero llamarlo Mito Romántico porque hace mayor mención específica a la época en la que se escribe la Historiografía actual dejando esta de lado por algunos intereses de terceros países, entendible. Por algo aquí a los ilustrados se los llamaba afrancesados. De alguna manera se sabía en la época.
#4 Por supuesto, Bodel, en el s. XIII, ya estaba al tanto de la Leyenda Negra. Lo que hay que leer...
#11 La historia se escribe en el s. XIX y el lenguaje/metodología/metahistoria viene de ahí, no de antes. A Bodel y otros tantos se les lee/interpreta desde cada presente con el método modernista.
Lo que hay que leer. Esto está cada día más explicado por autores/as. No es nada oculto, vaya.
España es la anti-materia, que no os enteráis
¿No es d’Espagne en vez de d’Espaigne?
#1 No, es Espaigne. Igual que es Bretaigne, que es como lo escribe Jehan Bodel.
Aquí te dejo una imagen sacada de la Chanson de Roland, manuscrito Digby 23 de la Biblioteca Bodleiana de Oxford.
#2 abrazo!
#2 Por favor, haz un Pregúntame.
#2 ese señor del manuscrito era doctor también ?
Los reinos hispanos no despuntaban todavía en épica, en cambio, el gallego, junto al provenzal, eran las lenguas en la se consideraba más refinado hacer poesía.
#17 Cierto de todo punto, pero he de señalar que en la literatura galaico-portuguesa la épica no era un género frecuente
#20 Por eso digo, era la lírica lo que despuntaba.
#24 Yo he hablado de la literatura europea. De hecho había puesto francesa pero he preferido generalizarlo, pero, que haya visto yo con mis porpios ojos, la Chanson de Roland habla de España.
No España en el sentido político de la nación actual de España (o las fantasias de que España existe desde el Pleistoceno), sino como término geográfico, al igual que se hablaba de Italia y Alemania siglos antes de formarse como estados.
#28 Pero piensa que se refieren a Bretaña, Roma y Francia como distintas culturas/civilizaciones, y no como lugares geográficos. Tenemos la materia de los bretones, los francos y los romanos, por lo que lo normal hubiera sido hablar de una materia de los castellanos, leoneses, asturianos, etc. en caso de tratarse de ciclos locales.
España se refería a toda la península ibérica, y si bien algunos ya hablaban de España para referirse al reino de Castilla, en los siglos XII-XIII no había una uniformidad cultural castellana que permitiese hablar de "materia de España", del mismo modo que nadie podría hablar de una "literatura italiana" hasta el siglo XIV.
Es por éso que me chirría un poco, porque los ciclos citados son castellanos y me atrevería a decir que hasta al menos el siglo XVI pocos hablarían de una literatura de España para referirse a la literatura castellana.
Pero bueno, hablamos de terminología historiográfica al final, no desmerezco la calidad del artículo. En el siglo XIII no había una civilización dominante aún, no lo suficiente como para que fuera identificada como la civilización o el pueblo de España (como ocurriría a finales del XV, en el que Castilla y el castellano empiezan a ser sinónimos de España y español para muchos). Por éso creo que en el siglo XIII era temprano para que hablasen de una "materia de España" en Francia.
editado. Me confundí de tema.
El tema es que en España, todo lo de la Edad Media esta fragmentado en las lenguas de los diferentes reinos peninsulares, incluyendo una parte que seria la los reinos musulmanes. Así que la historiografia ,que muchas veces esta inspirada por la política moderna posterior a la revolución Francesa (nacionalista), prefiere pasar de puntillas por ese período y centrarse en el siglo de Oro, donde tienen mucha menos competencia.
#0 Creo que hay confusión en el artícuo y el titular (ya original) por la traducción del poeta, no son 3 sino 2: la Bretaña francesa y Roma.
#5 Son tres, y de hecho Bodel así lo dice: "III matières". Los números arábigos aún no se habían popularizado, por eso usa números romanos.
La materia de Francia es el ciclo de Carlomagno, la de Bretaña es el ciclo artúrico, y la de Roma son las historias de la antigüedad.
#7 Seguramente tengas razón, pero se lee "iij" (dos íes y una j), lo cual es probable que haya sucedido algo en la transcripción del contenido. Roma es una ciudad y Bretaña una región, pero Francia es un país y no veo la coma que los separe. Tampoco cita Italia... y como dice #8 que es como pensé quizá lo hizo para evitar confusión.
#5 Venía a escribir lo mismo. Creo que confunden a la región francesa de Bretaña, con Gran Bretaña.
Materia de Castilla dirán.
#10 En la Europa medieval literaria España es España como espacio geográfico.
#23 Lo sé, pero hablamos de la literatura en una lengua concreta, no de la literatura de la España medieval.
#23 Y después del Medievo, Camões habla de los reyes de León y Galicia como parte de la historia de Portugal, y se llama a sí mismo y a los portugueses "espanhois" en el s. XVI (antes de la Unión Ibérica de Felipe II, es decir que no era por eso, sino como dices una identificación geográfica).
#25 Igual que se decía Italia y Alemania cuando faltaban aún siglos antes de crearse esos países.
#27 De la Península Itálica, y de la tierra de los alamanes. https://gl.wikipedia.org/wiki/Alamania
También existía Germania, y el Sacro Imperio Romano Germánico, y un montón de variantes.
http://etimologias.dechile.net/?Germania
#29 Oh, me gusta mucho el segundo artículo, el de la etimología de Germania. ¡Gracias!
Se debería de especificar materia en el mundo literario y definirla en tal mundo. De lo contrario sería incultura (postura opuesta de lo que se pretende) hacerla global en tal definición. O que no hay otra.
Dicho de otra forma todavía no me ha quedado claro lo que es la materia (en este artículo que lo da por hecho como superioridad cultural). Pero si sé lo que es la materia (en el mundo físico).