Hace 2 años | Por jelzimoñac a newtral.es
Publicado hace 2 años por jelzimoñac a newtral.es

En el siglo XVIII vivos y muertos compartían espacio y tareas. Se enterraba donde se rezaba, donde se compraba y paseaba. En la ciudad. Una costumbre que mantenía a los seres queridos cerca, de la Iglesia y de Dios, pero que también atraía plagas, enfermedades y escenas truculentas. “Las exhumaciones masivas daban lugar a los más repugnantes y macabros espectáculos que uno imaginarse pueda; mientras se llevaban a cabo estas operaciones, el insufrible hedor impedía la celebración de los oficios y actuaban perniciosamente sobre la salud de los