La historia cuenta que tulipomanía fue algo irracional y todo un frenesí que involucró a todo el país, desde deshollinadores a aristócratas. Se comerciaba con un mismo bulbo de tulipán (o, mejor dicho, futuro tulipán) hasta 10 veces al día. A nadie le interesaban los bulbos de las flores, solo los beneficios: todo un fenómeno de avaricia pura. Los tulipanes se vendían a precios desorbitados (similares a lo que costaba una casa) y hay quien ganó y perdió fortunas. [...] Es apasionante. El problema esté en que la mayor parte no es cierta.
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