La peste ha infectado la ciudad de Orán, confinada a sus fronteras y límites, aislada del resto del mundo, en cuarentena de abastos, afectos, comunicaciones externas. La peste se ha apoderado de sus calles y arterias, del ánimo de sus habitantes y de su presente. La epidemia sitúa en estado de máxima fragilidad a los personajes. Sin un dios al que elevar las plegarias, sin un dios que procure consuelo, sin moral universal que proteja de los excesos y los abusos, Camus apuesta por valorar la vida humana por sí misma&hellip:
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