El fracking, “fracturación hidráulica” para la extracción del bituminoso shale gas-petróleo, epitomiza el summum del desregulado canibalismo neoliberal en el siglo XXI, a sabiendas de sus efectos deletéreos que causan mayores daños que beneficios. Justin Mikulka, ingeniero de la Universidad Cornell, expone en forma aterradora la nueva “pesadilla del fracking”: la toxicidad del agua –con su contenido de “secretas” sustancias nocivas/cancerígenas–, que en forma eufemística es definida por la depredadora industria como “agua producida (sic)".
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