El hallazgo central fue contundente: la flexibilidad voluntaria marca la diferencia. Quienes pudieron elegir cuándo y cómo teletrabajar reportaron mayor descanso, rutinas más saludables y una satisfacción laboral superior, mientras que el trabajo remoto impuesto durante los confinamientos generó, en muchos casos, estrés y aislamiento. Uno de los efectos más notables fue la mejora del sueño. En promedio, los teletrabajadores durmieron 30 minutos más por noche, gracias a la eliminación de los largos desplazamientos.
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