Hace 4 años | Por doyou a eldiariodelaeducacion.com
Publicado hace 4 años por doyou a eldiariodelaeducacion.com

Estamos creando pequeños Narcisos o auténticos tiranos. Es lo que tiene centrarnos en el “ser” y no en el “saber”, que nos hemos olvidado de estudiar el objeto como medio para armar al sujeto. Un alumno que construye su identidad sin contenido científico y académico en la cabeza, sin un saber sólido, sin ser consciente de cómo es realmente el mundo que le rodea y cuál puede ser su papel en él, sin memoria (porque qué somos, sino memoria), solo puede armarse como sujeto recurriendo a su mismidad, a lo que quiere o desea.

Comentarios

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No compremos ni hagamos nuestra la condición natural del adolescente, que es pensar que el mundo vivía en tinieblas antes de su llegada. Yo tengo muy recientes mis años de adolescencia y agradezco mucho a los profesores que me hicieron ver que no descubría mediterráneos a cada paso que daba.

Pero, por encima de todo, nos rendimos a la “efebolatría”, a esa presunción de que el joven en formación que cae en nuestras manos es un dechado de virtudes, capacidades y bondades que le son naturales. Esta “efebolatría” nos exige hacer protagonista al alumno de su propio aprendizaje, lo pone en el centro del proceso y, por tanto, el profesor que quiere enseñar (enseñar de verdad), que selecciona el contenido y lo ordena, solo es un opresor que limita y pone barreras (¿nos suena?) a la liberación del potencial creativo del alumno. Por supuesto, a poco que rasguemos la superficie, nos encontramos ante otro mito. Simplemente hemos reformulado el mito del Buen Salvaje que desarrolló Rousseau (que en tantas otras cosas se equivocó) como el mito del Buen Infante, que es virtuoso por naturaleza y solo es la acción de la sociedad la que lo corrompe. Desde un punto de vista histórico y empírico tanto uno como otro son falsos, y solo se pueden mantener desde la charlatanería y la superchería pseudocientíficas que campan a sus anchas en más de una facultad de educación.