Para leer la primera parte, sigue este enlace La carretera de Kotor a la frontera croata bordeaba la bahía en un recorrido escénico inacabable tanto por su longitud como porque las carreteras montenegrinas no destacan por su anchura, así que cruzarse con un camión era una aventura de final incierto. Pero el estrés de la conducción se compensaba con creces con las vistas de las Bocas de Kotor desde todos los ángulos posibles. Al cabo de poco más de una hora llegué a la frontera. Un puesto fronterizo es uno de los lugares más (...)
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Kotor merece la pena visitarlo incluso por carretera, para mí fue una sorpresa que te estoy estropeando ahora mismo.