Hace 10 años | Por Radion a independent.co.uk
Publicado hace 10 años por Radion a independent.co.uk

Mientras que el 200 aniversario de la Revolución fue celebrado oficialmente en 1989, los aniversarios napoleónicos no se marcan ni celebran oficialmente. Hace una década, Jacques Chirac y Dominique de Villepin boicotearon una ceremonia para conmemorar el 200 aniversario de la batalla de Austerlitz, su mayor victoria. Los políticos e instituciones franceses parecen nerviosos por tener que referirse al 200 aniversario de su exilio en Elba, que se cumple este mes de mayo. Hay actos y recreaciones, pero no pagados por París. Traducción en #1

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En Francia, los aniversarios de hitos napoleónicos no están marcados oficialmente ni tampoco se celebran. Doscientos años después de su exilio en Elba, los franceses de hoy en día todavía no han podido decidir si Bonaparte es un héroe o un villano.

Bajo un claro cielo azul, el Emperador Napoleón, con su característico bicornio negro en la cabeza, casaca de pechera verde, pantalones blancos y botas de montar, surge de lo alto de una escalera de piedra y, con una mirada firme y un saludo, reconoce a los miles reunidos abajo, en el patio adoquinado.

Tras él sus generales, vestidos con vistosos uniformes y sombreros emplumados, con espadas pediendo de sus cinturas. En el patio hay también varios cientos de soldados de la Guardia Imperial, en posición de firmes o sobre sus monturas, con sus morriones de piel de oso, y muchos de ellos, los de la Vieja Guardia, mostrando sus pendientes de oro, símbolo de su estatus de élite.

Los veteranos de la Vieja Guardia eran las tropas favoritas de Napoleón. Les apoda "Les Grognards" -los gruñones- porque eran lo suficientemente audaces para quejarse frente a él. Más allá de los militares, se hacinaban en la plaza y en las calles vecinas, de pie, cerca de 40.000 ciudadanos franceses ordinarios.

El pequeño corso había gobernado Francia durante 15 años, los últimos 10 como "Emperador de los franceses", y sus ejércitos habían conquistado gran parte de Europa. Ahora, tras la derrota en el campo de batalla por una coalición de naciones rivales, tras la ocupación de París y tras su abdicación, Napoleón está a punto de ofrecer una emotiva despedida a los que le han sido fieles.

El escenario es el patio principal del magnífico palacio de Fontainebleau, al sur de París. Doscientos años después, en 2014, Napoleón es Franck Samson, un abogado francés que con la ayuda de una peluca negra tiene un parecido sorprendente con Bonaparte y ha ejercido ese rol durante una década. Como Samson, todos los generales, la Guardia Imperial, otros regimientos y los seguidores del campamento están vestidos con trajes de época; son 500 en total, entusiastas impagados que gastan miles de euros en sus suntuosos trajes.

A medida que este "Napoleon Bonaparte" desciende lentamente por la escalera, recibe las aclamaciones de sus fieles: "Vive l'Empereur! Vive l'Empereur!"

"Con hombres como vosotros, nuestra causa no está perdida", dice el imitador de Napoleón a sus seguidores de los últimos días. Dimitiendo y exiliándose en la pequeña isla mediterránea de Elba, sacrifica sus propios intereses a los intereses de Francia, dice. "Adiós, hijos míos. Os llevaré a todos en mi corazón."

Sin embargo, "Vive l'Empereur!" no es un grito que resuene ya en toda Francia. No todo el mundo es fan de Bonaparte, ni entonces ni ahora. En la primavera de 1814, cuando Napoleón viajó por el sur de Francia en su ruta hacia el exilio, fue abucheado por los espectadores. Su ansia de poder había dejado más de un millón de franceses muertos. La gente estaba cansada de la guerra.

El año siguiente, Napoleón regresó. Pero sólo por un breve periodo de 100 días, antes de su derrota final en Waterloo, seguida de un segundo exilio, en Santa Helena, un pequeño pedazo de tierra en el Atlántico Sur, donde acabó sus días.

Doscientos años después, los franceses todavía no pueden ponerse de acuerdo sobre si Napoleón fue un héroe o un villano.

"La división tiene generalmente que ver con las ideologías y programas de los partidos políticos", dice el profesor Peter Hicks, un historiador británico de la Fundación Napoleón de París. "La izquierda sigue la 'leyenda negra', que ve a Bonaparte como un ogro. La derecha cree la 'leyenda dorada' y ve a Bonaparte como un líder fuerte que creó instituciones duraderas."

Los políticos e instituciones franceses, en particular, parecen nerviosos por tener que referirse al 200 aniversario del exilio de Napoleón. El costo de la "despedida" de Fontainebleau y de otras decenas de eventos relacionados que se han celebrado a lo largo de tres fines de semana de abril y mayo no fueron costeados por el gobierno central de París, sino por el palacio -monumento histórico y Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO- y el ayuntamiento de Fontainebleau.

Mientras que el 200 aniversario de la Revolución Francesa que derrocó a la monarquía y entregó a miles de personas a la muerte en la guillotina fue celebrado oficialmente en 1989, los aniversarios napoleónicos no se marcan ni celebran oficialmente. Por ejemplo, hace una década, el presidente y el primer ministro -Jacques Chirac y Dominique de Villepin- boicotearon una ceremonia para conmemorar el 200 aniversario de la batalla de Austerlitz, la mayor victoria militar de Napoleón.

"Es casi como si Napoleón Bonaparte no fuese parte de la historia nacional", dice Hicks.

En 2010, una encuesta de opinión preguntó quién era el hombre más importante de la historia de Francia. Napoleón ocupó el segundo lugar, detrás del general Charles de Gaulle, que gobernó Francia desde el exilio, durante la ocupación alemana en la Segunda Guerra Mundial, y fue presidente en la posguerra.

En las calles de París sólo hay dos estatuas de Napoleón. Una debajo de la torre del reloj en 'Les Invalides' (un hospital militar) y la otra encima de una columna en la Plaza Vendôme. La tumba de mármol rojo de Napoleón, en una cripta bajo la cúpula de 'Les Invalides', es magnífica, quizá porque sus restos fueron enterrados allí durante el Segundo Imperio, cuando su sobrino Napoleón III reinaba en Francia.

No hay plazas, ni sitios, ni bulevares nombrados en honor a Napoleón; sólo una estrecha calle, la Rue Bonaparte, que va de los Jardines de Luxemburgo hasta el río Sena. Y eso también, es gracias a Napoleón III.

"No recibe el suficiente respeto", dice Samson, el imitador de Napoleón. "Napoleón reconstruyó Francia. A fin de cuentas, su legado es positivo. Pero a la República no le gusta lo que no es republicano."

Jacques-Olivier Boudon, un profesor de historia en la Universidad de la Sorbona y presidente del Instituto Napoleón, explica que "la opinión pública francesa sigue estando profundamente dividida sobre Napoleón, por un lado están aquellos que admiran al gran hombre, al conquistador, al líder militar y por el otro, los que lo ven como un tirano sediento de sangre, como el sepulturero de la revolución. Los políticos en Francia casi nunca se refieren a Napoleón por temor a ser acusados de tener tentaciones autoritarias, o de no ser buenos republicanos."

La controversia se aguzó este pasado marzo, cuando Lionel Jospin, ex primer ministro socialista, publicó 'Le mal napoleonien', libro que encabezó las listas de best-sellers y provocó un acalorado debate. "Me intriga la brecha que existe entre la gloria de Napoleón y los beneficios reales que trajo a Francia y a Europa", dice Jospin.

Para él Napoleón fue "un evidente fracaso", fue malo para Francia y para el resto de Europa. Cuando se le mostró la puerta, dejó una Francia aislada, golpeada, ocupada, dominada, odiada y territorialmente más pequeña que antes. Lo que es más, Napoleón sofocó las fuerzas de emancipación despertadas por las revoluciones francesa y norteamericana, permitiendo la supervivencia y la restauración de las monarquías.

Algunos de los legados que se atribuyen a Napoleón, como el Código Civil, el sistema jurídico global que reemplazó a la mezcolanza de leyes feudales, fueron propuestos durante la revolución, afirma Jospin, aunque reconoce que fue Napoleón quien los hizo realidad.

"Garantizó algunos principios de la revolución y al mismo tiempo cambió su curso, la terminó y la traicionó", dice Jospin.
Por ejemplo, Napoleón volvió a introducir la esclavitud en las colonias francesas, revivió un sistema que permitía a los ricos esquivar el servicio militar obligatorio y no hizo nada para avanzar en la igualdad de género.

También se coronó emperador, pero no convenció a los reyes auténticos que lo rodeaban. Siempre se comportó como un guerrero y trató de representarse a sí mismo como un César. En los bajorrelieves de su tumba lleva una toga romana. Su corona era una corona de laurel de oro, con el fin de enviar el mismo mensaje. Su icono, el águila, también lo tomó prestado de Roma.

Pero la legitimidad de César dependía de victorias militares. En última instancia, Napoleón sufrió demasiadas derrotas.

El profesor Chris Clark, un historiador de la Universidad de Cambridge, va más allá que Jospin. "Napoleón no era un patriota francés; fue primero corso y más tarde una figura imperial, salto en el que pasó por alto cualquier tipo de relación profunda con la nación francesa", dice Clark. "Su relación con la Revolución francesa es profundamente ambivalente. ¿Quería consolidarla o apagarla? Parece que ambas cosas. Rechazó la democracia, asfixió la dimensión representativa de la política y creó una cultura de exhibición cortesana."

Un mes antes de coronarse emperador, Napoleón buscó la aprobación para el establecimiento de un imperio en un plebiscito; 3.572.329 votaron a favor, 2.567 en contra. Tal diferencia se asemeja a unas elecciones en Corea del Norte, ya que, realmente, no existía el voto secreto. Cada "sí" o "no" era registrado, junto con el nombre y la dirección del votante. Evidentemente, una abrumadora mayoría sabía qué respuesta le convenía dar.

Su extravagante coronación en Notre-Dame, en diciembre 1804, costó 8,5 millones de francos. Hizo reyes, reinas, príncipes y princesas a sus hermanos, hermanas e hijastros; creó una aristocracia específicamente napoleónica de unos 3500 individuos. Se mire por donde se mire, sus actos contradecían a alguien que a menudo se describía como "un hijo de la Revolución".

Los entusiastas de Napoleón cuentan una historia diferente. David Chanteranne, editor de una revista de la 'Napoleonic Memory', la asociación napoleónica más antigua y más grande de Francia, cita algunos de los logros de Napoleón: el Código Civil, el Consejo de Estado, el Banco de Francia, la Oficina Nacional de Auditor

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#1 Continuaba el artículo:

-> ...la Oficina Nacional de Auditoría, un sistema administrativo centralizado y coherente, los liceos, las universidades, los centros de aprendizaje avanzado conocido como 'écoles normales', las cámaras de comercio, el sistema métrico y la libertad de religión.

"Estas fueron las ambiciones no alcanzadas durante el caos de la revolución", dice Chanteranne. "Él fue el salvador de Francia. Si no hubiera habido Napoleón, la República no habría sobrevivido."

Casi tal cual, estas instituciones siguen funcionando y apuntalan la sociedad francesa. De hecho, muchas de ellas fueron copiadas por los países conquistados por Napoleón, como Italia, Alemania y Polonia, y sentaron las bases para el estado moderno.

El estudioso napoleónico más importante de Francia, Jean Tulard, coincide en que Bonaparte fue el arquitecto de la Francia moderna. "Y yo diría también pastelero, por el milhojas administrativo que hemos heredado." (Por extraño que parezca, en los EE.UU. el pastel milhojas de varias capas se llama "napoleón")

Si Napoleón no hubiese aplastado la rebelión realista y tomado el poder en 1799, la monarquía francesa y el feudalismo habrían vuelto, dice Tulard. "Al igual que Lucio Quincio Cincinato en la antigua Roma, Napoleón quería una dictadura de salvación pública. Se toma todo el poder y, cuando el proyecto esté terminado, se devuelve a quienes lo tenían."

Pero en realidad, el viejo orden nunca fue restaurado en Francia. Cuando Luis XVIII ocupó el trono en 1814, se desempeñó como un monarca constitucional.

Stéphane Guégan, curador del Museo de Orsay en París, que cuenta con un modelo de yeso de Napoleón vestido como un emperador romano a lomos de un caballo, entre otras obras de arte del Primer Imperio, describe la fascinación de Francia por él como "una enfermedad nacional".

"Las personas que lo conocieron quedaron fascinadas por su encanto. Y hoy en día, incluso los más hostiles a Napoleón también se enfrentan a este encanto. Así que existe gran dificultad para asimilar la dualidad de este personaje. Nació de la revolución, la amplió y la acabó, y después de 1804 se convirtió en un déspota, en un dictador." dice Guégan.

En Francia, comenta Guégan, hay una especie de nostalgia, no por la dictadura sino por los líderes fuertes. En nuestra época hay falta de imaginación y de búsqueda de utopías políticas", dice.

Lo que es más, los franceses no son los únicos fascinados por Napoleón. Cientos de grupos de estudio en todo el mundo discuten sobre su figura y le veneran; recrean sus batallas con el más cuidado y extravagante vestuario en todo tipo de eventos.

J. David Markham, un académico estadounidense y presidente de la Sociedad Napoleónica Internacional, dice que la fascinación francesa con Napoleón es perfectamente comprensible. "El mundo entero está fascinado. Es el personaje sobre el que más libros se han escrito en la Historia."

Los precios de los recuerdos napoleónicos siguen aumentando en las subastas de Europa y América del Norte, ya que hoy por hoy hay una clara escasez de artículos a la venta. Un mechón de pelo de Napoleón, un anillo y otras reliquias fueron robadas recientemente de un museo en Australia. En una subasta en Francia, el camisón manchado con el que murió fue retirado después de que los descendientes de los propietarios originales temieran que pudiera ser vendido a un extranjero que se llevase el objeto lejos de Francia.

¿La fascinación por Napoleón continuará durante otros 200 años? En Francia, por lo menos, el entusiasmo parece que disminuirá. Napoleón y sus hazañas son ya muy poco mencionados en las escuelas francesas.

En el pasado, la historia fue el estudio de los grandes hombres y mujeres. Hoy en día, el enfoque de la enseñanza histórica es hacia las estructuras, las coyunturas y los movimientos sociales. "Francia en 1800 ya no se trata de Luis XVI y Napoleón Bonaparte. Se trata de la revolución industrial", dice Chanteranne. "El hombre no hace la Historia. La Historia hace a los hombres."

tul

bonnie fue un militar visionario y excepcional que desarrollo una nueva doctrina de combate y les puso las peras al cuarto a practicamente todos los grandes estados europeos que se le enfrentaron pero como politico dejo bastante que desear empezando por su decision de coronarse emperador por sus santos cojones y ostentar un poder absoluto, con lo que les costo a los franceses quitarse de encima siglos de tradicion monarquica normal que no le quieran demasiado.