Publicado hace 2 años por ccguy a momentosdelpasado.blogspot.com

Durante la década de 1950, el París de la posguerra fue una ciudad de contrastes. La capital francesa comenzaba a establecerse como una importante ciudad cultural y un referente para el ocio o la moda en Europa, pero por otro lado, París aún tenía una imagen de ciudad "sucia" o "descuidada", debido a que no existía ninguna ley para la limpieza o mantenimiento de los edificios. Gran parte de los parisinos todavía vivían en pequeños apartamentos que, por lo general, estaban en malas condiciones, con muchos edificios que datan (...)

Comentarios

estemenda

#4 Qué forma más rara de combinar un hijab

cocolisto

#5 ¿Hijab,que hijab? 😄

cocolisto

#8 Gracias,lo había visto pero esto ocurrió unos 10-15 años después de las fotos parisinas y aún así fíjate como las gastaba la g.civil.Y se cortaban un poco por ser extranjeras y el turismo.

mono

#4 Entiendo que es una bailarina. No creo que en España estuviese mal vista, salvo que saliese así a la calle, que en París seguro que tampoco era lo normal

a

#4 Estimado. Es una bailarina de ballet clásico. Esta preparándose para una audición o examen.La foto la tomo Kees Scherer en la escuela de opera de Serge Lifar en París en la década del cincuenta

cocolisto

#14 Gracias,desconocía el origen de la foto.Ya hubieran querido los españoles de entonces haber tenido una bailarina así.

D

Comenzaba a establecerse? El que ha escrito este articulo se ha perdido un buen cacho de historia. De hecho en los años 50 en cuando Nueva York empieza a desplazar a las capitales europeas como centro de referencia cultural.

woopi

#2 Cierto. Pero por lo menos el autor ha seleccionado unas fotos muy buenas. O quizás es una copia de otro artículo, revista, libro o vaya usted a saber...

D

"En la época que nos ocupa reinaba en las ciudades un hedor apenas concebible para el hombre moderno. Las calles apestaban a estiércol, los patios interiores apestaban a orina, los huecos de las escaleras apestaban a madera podrida y excrementos de rata; las cocinas, a col podrida y grasa de carnero; los aposentos sin ventilación apestaban a polvo enmohecido; los dormitorios, a sábanas grasientas, a edredones húmedos y al penetrante olor dulzón de los orinales. Las chimeneas apestaban a azufre; las curtidurías, a lejías cáusticas; los mataderos, a sangre coagulada. Hombres y mujeres apestaban a sudor y a ropa sucia; en sus bocas apestaban los dientes infectados, los alientos olían a cebolla y los cuerpos, cuando ya no eran jóvenes, a queso rancio, a leche agria y a tumores malignos. Apestaban los ríos, apestaban las plazas, apestaban las iglesias y el hedor se respiraba por igual bajo los puentes y en los palacios. El campesino apestaba como el clérigo; el oficial de artesano, como la esposa del maestro; apestaba la nobleza entera y, sí, incluso el rey apestaba como un animal carnicero y la reina como una cabra vieja, tanto en verano como en invierno, porque en el siglo XVIII aún no se había atajado la actividad corrosiva de las bacterias y por consiguiente no había ninguna acción humana, ni creadora ni destructora, ninguna manifestación de la vida incipiente o en decadencia que no fuera acompañada de algún hedor.

Y, como es natural, el hedor alcanzaba sus máximas proporciones en París, porque París era la mayor ciudad de Francia. Y dentro de París había un lugar donde el hedor se convertía en infernal, entre la Rue aux Fers y la Rue de la Ferronnerie, o sea, el Cimetière des Innocents. Durante ochocientos años se había llevado allí a los muertos del hospital Hôtel-Dieu y de las parroquias vecinas; durante ochocientos años, carretas con docenas de cadáveres habían vaciado su carga día tras día en largas fosas y durante ochocientos años se habían ido acumulando los huesos en osarios y sepulturas. Hasta que llegó un día, en vísperas de la Revolución Francesa, cuando algunas fosas rebosantes de cadáveres se hundieron y el olor pútrido del atestado cementerio incitó a los habitantes no sólo a protestar, sino a organizar verdaderos tumultos, en que fue por fin cerrado y abandonado después de amontonar los millones de esqueletos y calaveras en las catacumbas de Montmarttre. Una vez hecho esto, en el lugar del antiguo cementerio se erigió un mercado de víveres.

Fue aquí, en el lugar más maloliente de todo el reino, donde nació el 17 de julio de 1738 Jean-Batiste Grenouille."


Extracto de El perfume: historia de un asesino

kwisatz_haderach

#11 ya decía que me sonaba el texto. Que libro tan maravilloso.

escuin

Veo que ya conducían a lo loco en las rotondas. En eso no ha cambiado nada.

D

Estas fotografías me ponen nostálgico, y eso que no lo he vivido.