Hace 2 años | Por LibrosHoy a elpais.com
Publicado hace 2 años por LibrosHoy a elpais.com

Las tres palabras del título aparecen al final del libro de Sebastian Haffner Historia de un alemán. Escrito antes de la Segunda Guerra Mundial, nosotros leíamos este estudio sobre la formación del fascismo el año pasado, buscando y encontrando en el libro coincidencias con la realidad en la que vivíamos en los últimos tiempos. Y ahora muchos de nosotros, aquellos que nos hemos marchado aquí y allá —a Ereván, Tbilisi, Bakú, Astaná, Estambul, Tel Aviv, Samarcanda—, también nos vemos obligados a sentir en nuestra propia piel estas palabras...

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... Nosotros —y con “nosotros” me refiero a los que nos hemos marchado (largado, huido) del país al poco de que Rusia hubiera atacado Ucrania— odiamos la guerra, odiamos a quien la ha desencadenado y no nos habíamos propuesto abandonar el país (la patria, nuestra tierra). Cualquier palabra que escribas, la que sea, empiece o no en mayúscula, se ha visto mancillada, deshonrada. La tentación de considerarse como la flor y nata de la sociedad (el Barco de los filósofos de los años 20 del siglo pasado, frases como “Nos llevamos Rusia con nosotros” y otras expresiones insensatas) conviene considerarla como una peligrosa estupidez. Hay una expresión que dice que, cuando uno pierde, ve claro lo que vale; pronto sabremos su significado. Porque somos los perdedores, tanto en lo histórico como en lo espiritual. Centenares de miles, millones de personas que piensan como nosotros se han quedado en el país del que nosotros hemos huido y se dedican a sus quehaceres: a curar a enfermos, a ocuparse de sus padres, de los ancianos, los unos de los otros. Pero por mucha vergüenza que sientan los que se han ido ante los que se han quedado, sería bueno recordar que ahora la línea divisoria entre los compatriotas pasa por otro espacio completamente distinto: entre los que están contra esta guerra y los que están a favor...