Su padre le puso Pelé porque era un fanático del brasileño y, tal vez así, logró que su hijo se dedicara a lo mismo. En la Rumanía comunista, eran la única familia que tenía televisor en su pueblo de Transilvania, con lo que el joven Balint pudo verle de niño. Su talento le llevó a firmar por el club del ejército, el Steaua, que le secuestró para llevarle a las oficinas. Asi, pudo conocer a Ceaucescu y a sus hijos Tras su paso por España, acabó en Transnistria y ahora disfruta de su Harley por las amplias avenidas de Bucarest.
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