Los abedules que vemos al borde de las autopistas no están ahí solo para embellecer el paisaje. Su presencia tiene un propósito mucho más importante: fijar el suelo y evitar la erosión. En las obras de carreteras, donde los taludes quedan expuestos y vulnerables, estos árboles juegan un papel fundamental. Sus raíces, rápidas y agresivas, sujetan la tierra y ayudan a estabilizar el terreno, evitando deslizamientos y el desgaste del suelo. Este mecanismo no es una invención humana, sino un proceso que ocurre de forma natural.
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Es un arte perdido.