Hace 10 años | Por Radion a independent.co.uk
Publicado hace 10 años por Radion a independent.co.uk

Javier Escarceller, de 97 años, nació en Caseres, en la comarca de la Terra Alta catalana. Con 27 años se convirtió en alcalde y desde el principio luchó para conseguir su sueño, instalar una sala de proyección para sus vecinos. Comenzaban los 50, coleaban los 'Años del hambre' y no fue fácil. Con el tiempo logró poner hasta 14 cines en la comarca. Hoy en día, en medio de otra gran crisis, habiendo cerrado miles de cines en toda España en la última década, intenta mantener vivo su sueño. El sueño romántico de 'Cinema Paradiso'. Traducción en #1

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El nonagenario Javier Escarceller (97 años cumplidos), que luchó para abrir salas de cine en la deprimida España de los años 50 explica su obsesión y cómo sigue decidido a mantenerla en estos tiempos igualmente difíciles.

Su autobiografía se titula 'Lo Imposible, Posible'. El sueño de Javier Escarceller, que empezó hace ya más de seis décadas, fue el de construir un cine en una pequeña aldea situada en una de las regiones más remotas de Cataluña.

Escarceller no solamente lo logró, sino que aquel cine en el pueblo de Caseres -con una población de 300 habitantes y sólo accesible a través de un largo paseo a través de un denso bosque y de los altos páramos del Suroeste de Cataluña- todavía sigue abierto; la suya es una historia de éxito que se torna aún más notable en los tiempos actuales, con cines cerrando en masa en pueblos y ciudades de toda España.

Sentado en la sala de estar de su sobrina en Caseres, Escarceller acaba de volver de una cita en el hospital a causa de unos problemas de salud que viene arrastrando hace tiempo, y tiene alguna dificultad para caminar. Sin embargo, sus recuerdos de cómo, desde 1951, fue capaz de crear y mantener viva aquella versión real y a la española de la película italiana 'Cinema Paradiso' (donde un empobrecido pueblo siciliano batallaba para mantener su cine) no se han debilitado.

Escarceller nació en 1917 en una familia muy pobre de trabajadores del campo, y después de luchar en la Guerra Civil, en ambos bandos, y tras su participación en la gran y crucial batalla del Ebro, se convirtió en alcalde de Caseres a la edad de 27 años. A pesar de que la aldea era accesible sólo a través de carreteras secundarias sin asfaltar, y España estaba sumida entonces en la agonía de su peor depresión moderna, mayor aún que la actual -todavía se la conoce como "Los años del hambre"-, estaba decidido a seguir adelante con su proyecto.

"Lo primero que había que conseguir era la electricidad para el pueblo", dice a The Independent "y después de un año como alcalde, me las arreglé para hacerlo. Pero no había dinero para el cine. Los capitalistas locales no estaban interesados, pensaban que era imposible. Afortunadamente, había siete guardias civiles destinados aquí para luchar contra los maquis (guerrilleros republicanos que seguían combatiendo tras el fin de la Guerra Civil), que tenían dinero y me prestaron para comprar el equipo."

Todo el material fue transportado por los viejos caminos de tierra desde la costa, a 60 millas de distancia (más de 96 km.), mientras que Escarceller adquiría laboriosamente, una a una, las 20 licencias diferentes necesarias para poner un cine que exigían las obsesivas y burocratizadas autoridades locales del general Franco.

Y así nació el Cine Moderno, más tarde rebautizado como Cine Vendrell. Un viejo almacén, en medio de las estrechas calles de Caseres, se utilizó para la proyección de su primera película el 31 de agosto 1951; era 'Agustina de Aragón', una película biográfica de la heroína española de la Guerra de Independencia contra Napoleón.

"Era lo que a todo el mundo le gustaba por aquí en aquellos tiempos, cosas folklóricas, mucho baile andaluz, flamenco y cosas parecidas", recuerda. "Los vecinos no se identificaban tan fácilmente con las películas de fuera de España. Traté de mostrarles 'El Gran Caruso' (un chocante biopic de 1951 sobre la estrella de ópera italiana) y todos ellos se marcharon, de modo que fui en busca de algo de fabricación española al pueblo de al lado".

Cada entrada costaba cuatro pesetas y en las primeras películas los vecinos tuvieron que traer sus propias sillas. "Había demasiada gente y no se cabía en el cine, así que tenía que salir a la calle y explicárselo a los muchos que se habían quedado fuera y trataban de entrar", recuerda.

Escarceller dice que su amor por el cine le viene de adolescente, de cuando iba al cine a la localidad de Mora d'Ebre, a unos 40 kilómetros (24 millas) de distancia. "Fue como si algo se encendiera en mí y creció y creció", dice. Y la profundidad de su obsesión se vuelve clara cuando usa películas para explicar lo decidido que estuvo y está en mantener abierto el cine en Caseres.

"Tenía que tener la misma tenacidad que Rocky (el boxeador encarnado por Sylvester Stallone) y la misma capacidad para no mostrar sufrimiento que Marlon Brando en ‘El rostro impenetrable’ (western de 1961), aparentar como que todo iba bien, incluso cuando no era así", dice.

Como un homenaje a su inspiración, sus dos héroes de la pantalla protagonizan la portada de 'Lo Imposible, Posible', cuyas 600 páginas están repletas de anécdotas de su carrera, con fotografías de los primeros boletos del cine y de los ventiladores manuales de cartón que durante años sirvieron de "aire acondicionado".

La concurrencia era tan grande que Escarceller se las arregló para convertir el almacén en un cine para 140 personas que todavía se utiliza hoy en día, a pesar de 14 años en los que contó con la continua oposición por parte del párroco, debido a la proyección de películas con contenido excesivamente picante; esta fue quizá la mayor amenaza a su existencia. "Ellos [las autoridades religiosas] eran como águilas deseando clavar sus garras en mí. No sólo querían cerrar el cine, sino también echarme de la aldea", recuerda.

Pero no lo lograron, y Escarceller fue capaz poco después de abrir 14 salas de cine en pequeños pueblos de la misma región, y él y su sobrino se ocupaban de entregar las películas para la proyección semanal. Sin embargo, el cine de Caseres sigue siendo la piedra angular de su negocio.

"No hemos cerrado una sola semana desde 1951; lo que sea que se estrene en Barcelona se proyecta aquí el mismo día", dice con orgullo. "Ningún otro pueblo de España tan pequeño como este ha tenido semejante nivel de acceso a la cultura." Tal vez no sea una sorpresa que su película favorita sea 'Cinema Paradiso': "Hay tantas cosas ahí con las que me identifico...", dice.

Sin embargo, los dolores de cabeza financieros a los que enfrenta el sector de las salas de cine en España también persigue a Escarceller. Afirma que miles de cines han cerrado en todo el país en la última década y el número total de entradas de cine vendidas anualmente en España se ha desplomado de 141 millones a 79 millones en los últimos 10 años. Por otra parte, la disminución de la población en gran parte de las zonas rurales de España afecta también a la región: el pintoresco Caseres muestra unas calles casi desiertas los sábados por la mañana, su único bar está cerrado y la oficina del alcalde está abierta únicamente "con cita previa" dos horas a la semana, los martes.

Escarceller admite que los tiempos son difíciles. "Sólo teníamos cuatro personas para el pase de la semana pasada", dice, "y eso no da siquiera para pagar la factura de la luz". Su próximo reto, dice, será la conversión de los viejos proyectores en proyectores digitales. "Nos estamos deshaciendo de los viejos rollos de película y todo lo que necesitamos es un pequeño paquetito, lo colocamos en una máquina y funciona. Vamos a necesitar bastante dinero para hacerlo, y no lo tenemos".

Sin embargo, si alguien puede mantener el cine de Caseres en marcha, ése es sin duda Escarceller. Como él mismo dice "hice la promesa de que mientras siguiese vivo, el cine no moriría. Se necesita un nivel de compromiso que los hombres de negocios con mil veces más dinero que yo no suelen tener, y ser un poco bohemio también".

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"hice la promesa de que mientras siguiese vivo, el cine no moriría."

Mucho me temo que, por desgracia, con 97 años, eso no supone muchas garantías...