Terry Fox era un muchacho de Port Coquitlam, en la Columbia Británica. Cuando tenía 19 años, le descubrieron cáncer de huesos en la pierna. Se la amputaron. Fox, deportista dedicado, se recuperó rápido. Jugaba al baloncesto en silla de ruedas y fue tres veces campeón canadiense. Sin embargo, no estaba satisfecho. Le indignaba el poco dinero que se dedicaba a la investigación contra el cáncer. Tomó una decisión.
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