Ademá del de "Papa terrible", Julio II también se ganó un segundo mote, el de "Papa guerrero", por los tejemanejes políticos con los que metió a los Estados Pontificios en una guerra europea en la que usó a Venecia y Francia como aliadas o enemigas, según le conviniera, entre otros estados junto a los que creó la Liga de Cambrai para ello. Una contienda en la que los participantes cambiaron de bando varias veces para, al final, volver a la situación inicial.
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Tantas idas y venidas; tantas vueltas y revueltas,
quiero, amiga, que me diga: ¿son de alguna utilidad?