Nadie le vio la cara tan de cerca a la Revolución Cultural de la China de Mao como Liu Xaoqi. Fue fotoperiodista y registró como nadie las sesiones de acusación pública en que una persona, parada o arrodillada arriba de una silla, con la cabeza baja y un humillante bonete de papel donde él mismo había escrito de puño y letra su crimen político, era denunciada por sus amigos, vecinos o familiares y recibía los insultos de toda la comuna.
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