Vivimos en grandes ciudades llenas de edificios donde al sol se le prohíbe la entrada, con ventanas que no pueden abrirse y con cristales tintados para impedir que sus rayos penetren allí. Corremos en cintas mecánicas en el interior de gimnasios y nadamos en piscinas climatizadas bajo la fría luz de unos focos. Parece que poco a poco nos convertimos en seres de intramuros; la calle, el exterior, solo es un lugar de tránsito de un espacio interior a otro. Como si quisiéramos convertirnos en seres nocturnos a los que la luz del sol hiere.
Comentarios
Pues entonces, las monjitas de clausura....
Es evidente que los fotones artificiales no tienen los mismos nutrientes que los naturales