Y es que el actual caudal del Manzanares está dejando estampas inusuales, pero no inéditas. El «arroyo aprendiz de río» del que se burlaba Quevedo ha dejado importantes inundaciones en la historia madrileña. De hecho, el puente de Toledo es heredero de tres edificaciones anteriores que sucumbieron a las embestidas del agua. Las de 1966 son de las más recordadas.
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