Con tan solo ocho años, el físico teórico Michio Kaku decidió que dedicaría su vida a completar el trabajo inacabado de Einstein: la teoría del todo. Con 16, y ante la admiración de sus padres, construyó un acelerador de partículas en el garaje de su casa. Precoz y visionario, este experimento doméstico fue su carta para Harvard. Acabó primero de su promoción.
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