Tuve mi primera migraña cuando tenía 10 años, en el asiento trasero del Volvo de mi madre. Íbamos a New Haven en busca de pizza de almeja, y nos quedamos atrapadas en el tráfico del fin de semana. Los síntomas llegaron todos a la vez: una red de líneas temblorosas reemplazó a la interestatal detrás de nosotros, una punzada de dolor agudo cortó mi sien derecha. Una náusea tan profunda que mis dedos se relajaron.
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