Mike Sawka, investigador del Ejército de Estados Unidos, cree que los orígenes de esta premisa se remontan a un estudio de 1933 sobre la hidratación de los roedores. La investigación llevó a recomendar la ingestión de 2,50 litros diarios, o unos 2,3 kilos de líquido, para que un ser humano medianamente activo compensara la pérdida de agua por sudor y excreciones.
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