Se las conoce como monedas maboroshi (que significa fantasma o ilusorias) porque fueron destruidas en masa al final de la guerra, por lo que encontrar medio millón de ellas no tiene precedentes. En 1944, casi todo el metal que Japón podía conseguir se destinaba a armas, municiones y otras aplicaciones militares, dejando una fracción de la cantidad necesaria para la producción de la nueva moneda. La Casa de la Moneda de Japón encargó a los fabricantes de cerámica que fabricaran prototipos de monedas de cerámica.
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