Publicado hace 1 año por Sueñolúcido a revistadelibros.com

Hace más de medio siglo, el filósofo José Luis López Aranguren se lamentaba de la desmoralización que invadía la sociedad española como resultado de la neutralización política de una ciudadanía, cómplice con el poder, que sólo aspira al aumento de los ingresos y del bienestar. En conversación con Javier Muguerza, Aranguren insistía: «En una época de crisis como la nuestra, los contenidos de la moral pueden tornarse cuestionables, pero lo que nada ni nadie nos puede arrebatar, si no queremos dejárnosla arrebatar, es la actitud moral».

Comentarios

KevinCarter

Hemos cambiado a esta gente, que reflexionaba magistralmente por los demás, por imbéciles que se graban en su cuarto en casas millonarias diciendo gilipolleces sin ton ni son porque a una plataforma que recoge muchos millones de inversión le interesa que graben cualquier mierda para meter anuncios.

Ni siquiera se entiende cómo nos hemos cargado a los filósofos, escritores (de verdad), pensadores, humanistas, etc porque eso suponía comprar algo (un libro, un ensayo, etc) y ahora la gente quiere un Netflix de todo. Cuando no un consumo gratuito como en YouTube. Por no comentar que el vídeo es el formato preferido del imbécil "porque ve cosas que se mueven" y no se tiene que esforzar en la comprensión escrita.

Y a eso le llaman "la nueva cultura". Pues estáis más condenados que el copón...

DonLenguita

#1 Veintitantas ediciones de Gran Hermano y otros realitys show no son en vano, trabajaron para eso, para formar esa mentalidad y lo estan logrando. En la vereda de enfrente, entre los que debería haber otros intereses por defender, por lo menos no hay nadie al volante, éste esta a la deriva y aveces va en una dirección y aveces en la contraria. No tienen casi oposición, tal vez en América Latina hay un atisbo de buscar caminos independientes, en salirse del curso que marca el imperio predominante, Don dinero

D

#1 también pensaron lo mismo cuando la cultura cambio de la religión a la ilustración.

Somos esclavos del pasado