Hace 6 años | Por MKitus a alpoma.net
Publicado hace 6 años por MKitus a alpoma.net

Hace cuatro siglos al ingenioso Charles Le Brun se le ocurre estudiar las “pasiones animales” del ser humano en una serie dilatada en el tiempo de estudios en los que transforma una figura humana en diversos tipos de animal.

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"Con un dibujo sólido, de contornos cerrados y volúmenes poderosos, concentra su expresividad en cejas y ojos y otorga a la geometría del perfil animal un papel definidor. (…) Convierte la fisiognomía en un teorema: mientras zorros o camellos tienen un aire de inteligencia humana, los hombres aparecen bestializados, sin el menor atisbo de caricatura: todo es serio, calculado, grave. De ahí, resulta una humanidad equívoca, con algo de maléfico y terrible, inepto para la palabra y el entendimiento. Le Brun clasificó el circuito que ata el rostro al alma en “Méthode pour apprendre à dessiner les passions”, expuesto en la Academia Francesa en 1668: “Todo aquello que causa pasión al alma es efecto de la alteración de los músculos, que se mueven gracias a las extremidades de los nervios"