Sandër Tøllefsen tiene solo 12 años, pero ya sabe a qué quiere dedicar su futuro: “toda mi familia trabaja en esto, excepto mi madre que es profesora, pero mi padre lleva toda la vida aquí”. Él empezó hace siete años, como muchos otros niños, a cortar las lenguas de los bacalaos que llegan cada día a la pequeña isla de Husøy en Senja, al norte de Noruega, donde las gélidas aguas del Mar de Barents bañan las costas del país nórdico.
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Pero las cocochas no son solo la lengua, son la musculatura que tiene la mandíbula inferior