La ciudad de Sidney convocó en 1955 un concurso internacional para construir una ópera. El ganador, Jorn Utzon, propuso una arquitectura innovadora y utópica: tanto, que no sabía cómo construir su edificio. La construcción se convirtió en un reto y estuvo rodeada de críticas negativas, pero al final se convirtió en un emblema de Australia.
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