En el año 1934, el poeta William Butler Yeats se sentía viejo y sin ganar de vivir. Llevaba un año sin escribir y le echaba la culpa a su impotencia. “Mis versos se vuelven fríos y cerebrales. Todo el deseo y lascivia que hacían surgir mi poesía se diluyen”. En abril del mismo año, el poeta irlandés, reciente Nobel de Literatura, se operó de los testículos en un siniestro y secreto quirófano de Londres. En septiembre, William se sintió de nuevo como un toro y empezó a crear sin pausa. A los 79 años escribió: “Concédeme el frenesí de un anciano"
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