Íñigo López de Mendoza, duque del infantado, ordenó construir “un palacio para acrecentar la gloria de sus progenitores y la suya propia” y lo consiguió porque el Palacio del Infantado, también llamado Casa de los Picos, en Guadalajara, es un derroche de arte. (...) Aquí es donde, en 1560, se consumó la “felonía” de Felipe II de robarle la novia a su propio hijo, el príncipe Carlos, porque, en este mismo patio, se casó el rey con Isabel de Valois convirtiendo a aquella adolescente de catorce años en su tercera esposa.
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