Ya en la introducción, y antes de pasar a las dantescas e infernales experiencias de las víctimas, Vitali asevera que “el Vaticano siempre intentó, por todos los medios, mantener en secreto los abusos que sacerdotes y obispos cometían con niños, sin importarle el perjuicio de la iglesia. Ellos conocían muy bien el problema de la pederastia dentro de la institución eclesiástica, y el desorden que tenían y tienen con la sexualidad de sus sacerdotes y obispos.
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El papado no queda exento. Inclusive el papado de Bergoglio, que, como se manifiesta en el testimonio de Sergio Decuyper, no produjo ningún cambio real.
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