La primera debió ocurrir cuando estábamos en 8º de EGB. Fue durante el recreo. No tengo ni idea de las circunstancias, de por qué empezó o qué pasó después, pero la imagen es imborrable: Goliat contra David; mi compañero recibiendo las patadas de otro alumno, también repetidor, pero bastante más alto y fuerte, que me caía decididamente mal (a mí y al resto de la clase: era el típico abusón). Iker permanecía firme, con los puños cerrados, aguantándose las lágrimas. Incluso le desafiaba: “¡pega más fuerte, si tienes…!”. Algo así.
Comentarios
En las aulas no nos inculcaron doctrina política ni una versión distorsionada de la historia de Euskadi. No nos enseñaron a creernos diferentes, es decir, mejores. Tampoco a odiar.
No todos los niños vascos de mi generación tuvieron tanta suerte.
Casi, casi no se nota de que pie cojea el autor del relato...
Independientemente de que lo que cuenta puedan ser experiencias estrictamente reales (dudo que unos "borrokas" confundan a unos tíos disfrazados de guardia civil en carnavales con unos de verdad), sí, son anécdotas que han podido pasar perfectamente.