Los astrónomos profesionales son personas ocupadas. Algunos están mapeando las galaxias distantes, otros están atentos por si escuchan extraterrestres, y aún más están buscando planetas habitables, que aparentemente necesitaremos algún día. Pero a veces, también reciben llamadas para hacer algo que no debería requerir un doctorado: encontrar las estrellas que personas han “comprado” en internet.
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Una vez que has echado el casquete con la tontería de "le he puesto tu nombre a una estrella", el gasto se da por amortizado.