Si hay algún indicador incontestable de que una sociedad vive bajo la bota de cualquier tipo de tiranía, es del de un poder establecido que da muestras de su obtusa intolerancia y decide perseguir y eliminar toda expresión de ideas con las que no comulgue y, entre otras cosas espantosas, saquea bibliotecas, amontona los libros en un horror incivilizado y los hace arder hasta que sus palabras no son más que triste ceniza. Esta práctica bárbara tiene su larga e indignante historia, y ahora quiero contárosla en los siguientes párrafos.
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