Elige un texto, el que quieras, y dáselo a leer a cinco personas diferentes. Enseguida descubrirás que no parece el mismo texto. ¿Cómo es eso posible? Son exactamente las mismas palabras, pero en un caso sonarán convincentes, en otro aburridas, en otro sensuales, en otro atropelladas y en otro sublimes. Y lo que marcará la diferencia no será el tono de la voz, ni la presencia del lector, ni la gestualidad de cada uno. Lo que realmente la marcará será, sobre todo, el poder de sus silencios.
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