Hace 5 años | Por Thornton a yorokobu.es
Publicado hace 5 años por Thornton a yorokobu.es

En el verano de 1783 a Mozart le aguaron las vacaciones. El conde Thun invitó al maestro y a su esposa Constanze a descansar unos días en su casa. La invitación se convirtió en una suerte de gorronería inversa. El conde le propuso dar un concierto en la localidad, pero el genio no llevaba ninguna partitura encima. Era 30 de octubre, la obra debía estrenarse el 4 de noviembre. En solo seis días, Mozart armó una sinfonía, la número 36. La obra hoy se sigue interpretando.