En torno a 1929, el británico Alan Beeton pintó una curiosa serie de cuadros protagonizados por el maniquí que tenía en su estudio. Estos muñecos articulados llevaban utilizándose desde el Renacimiento y eran una herramienta muy práctica en el taller de cualquier artista. En el siglo XIX, los mejores maniquíes venían de Francia. De todos ellos, los del taller de Paul Huot eran la crème de la crème, el colmo del realismo para los estándares de la época. Eran carísimos, pero aun así había lista de espera para conseguir uno.
Comentarios
Qué interesante,muy completo el artículo, no sabía que existían
Interesante artículo.
Me ha encantado este maniquí:
Mujer recibe la factura de luz en agosto. Óleo sobre lienzo.