Hace 2 años | Por LibrosHoy a elpais.com
Publicado hace 2 años por LibrosHoy a elpais.com

Para saber si un Chéjov funciona, es decir si un montaje de una de sus obras acierta en la diana del público, han de producirse varios efectos en el espectador: ha de entrar en la atmósfera emocional de la pieza y sentir que las vicisitudes y sentimientos de los personajes le aluden de alguna manera, debe en algún momento sentir que le inunda una tristeza indefinible, incluso que se le humedecen los ojos; ha de suspirar, ha de decirse que la vida es bella, y al instante siguiente abandonarse a la melancolía. Debe entender la historia, claro...

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... y sentirse inteligente haciéndolo; ha de comprender las motivaciones de los personajes y proyectar algunas de las suyas en ellos. Y ha de sentir, como ellos, una alegría especial indefinible, una luminosidad, y reír en ocasiones, sí, reír en un Chéjov, aunque pueda parecer contranatura. Todo esto se da en el extraordinario montaje de Tío Vania en catalán (L’oncle Vània) que ha estrenado el viernes en el teatro de El Canal, en Salt (Girona), como arranque del festival Temporada Alta (y que puede verse sábado y domingo), el célebre director lituano Oskaras Korsunovas con un reparto de actores catalanes encabezados por un impresionante Julio Manrique en el rôle- titre que está que se sale. Sólo por la escena en la que brota ante la idea de que vayan a vender la finca a la que ha dedicado toda su vida y esfuerzos ya valdrían la pena las tres horas de representación (¡y hay muchas más!). Es un arrebato de locura y patetismo en el que Vania destroza un ramo de flores llenando de pétalos como sangre el escenario y que presenciamos encogidos hasta que su propio exceso lo disuelve en una risa catártica. En algunos momentos Manrique, que se pasea por escena con un convencimiento y aplomo que te dejan patidifuso, parece Jude Law...