Hace 10 meses | Por tiopio a cadenaser.com
Publicado hace 10 meses por tiopio a cadenaser.com

Un dictador muerto funciona para su país como el miembro amputado de un cuerpo, su presencia fantasmal sigue ahí a pesar de que físicamente ya no esté. La impunidad es la responsable de este fenómeno. Genera monstruos que son difíciles de hacer desaparecer y abre la grieta para que el mal pueda resurgir una y otra vez. Ese es la tesis de Pablo Larraín en El conde, nueva película que el director chileno estrena en Netflix el próximo 15 de septiembre y que ha presentado en el Festival de Venecia, días antes antes de que llegue ese 50 aniversario…