Nadie (salvo los activistas que la preparaban) había visto venir la revolución egipcia. Sin embargo, cualquiera podría haberla imaginado de manera bastante precisa, si hubiera observado lo ocurrido en un campamento de verano para niños árabes de entre 12 y 15 años, celebrado en agosto de 2010 en la ciudad de Ismailía, a 150 kilómetros de El Cairo. Estaban allí para aprender a expresar mejor sus sentimientos, y de forma totalmente natural tomaron el poder. Por una historia de caramelos.