El cine es entretenimiento y emoción. El público busca distraerse, divertirse, sentir emociones y, en el fondo, empatizar con los personajes o con sus circunstancias para así poder decir: no soy la única persona en el mundo a la que le pasa esto. Para conseguir satisfacer a un público ávido de comprensión (aunque ésta sea ficticia y poco duradera), el cineasta no necesita una tecnología espectacularmente atractiva; ni siquiera unos diálogos extensos, profundos y con mucha miga. Puede que sí o puede que no.