En la década de los 50 el austriaco Arnulf Rainer (Baden, 1929) presentó sus primeras pinturas de superposición, conocidas como übermalungen, en las que quedaba cubierta la práctica totalidad del soporte mediante una espesa capa matérica monocromática. Un gesto hecho con el pincel, una mancha, por pequeña que sea, realizada sobre una superficie, crean una inercia visual que enseguida nos predispone a adivinar o a esperar una forma, la cual será el resultado de una serie de pinceladas convenientemente dispuestas.