Publicado hace 13 años por Pandemial a manueldelgadoruiz.blogspot.com

Joan, un estudiante del máster de Antropología de la UB, me envía la crónica de su mañana de ayer a la plaza Cataluña. Procedo a reproducirlo tal cual. Traducción comentario 1

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Pandemial

A las 09.00h en Gerard entra a mi habitación diciendo que están desalojando la acampada de Plaza Cataluña, que me levante rápido, que me vista rápido, que la revolución no espera nadie. La primera frase del día la digo escéptico: tú crees que la revolución será televisada? Responde que en casa no tenemos televisión y que, igualmente, no lo podríamos saber. Venga va, no seas “gallòfol”, dice.

Interiormente celebro que hayan decidido expulsarnos de Plaza Cataluña. Las cosas tienen que estar claras: “ellos y nosotros”, sino nuestro nosotros se divide. Soy de los que piensa que se tiene que estar, que los procesos sociales se tienen que criticar con perspectiva histórica y que, mientras duran, la única tarea es aprender por un tubo. Soy de los poseídos por el amorfo espíritu del pueblo, de los que se abandona al fervor del clamor, de los que lucha porque sí. Pero, porque engañarnos, soy activista de pocas causas, no soporto la militancia y doy por bono cualquier hecho social donde haga un amigo e intercambio mirada con una chica bonita. Cómo algunos sabréis no he sido especialmente participativo en la acampada y, fuera de algún *discursillo para advertir del patético carácter reformador de algunas medidas, he preferido mantenerme al margen instalado en el cómodo pensamiento de que los derechos sociales no se piden a los Reyes Magos, sino que se usurpan a capa y espada, con sudor y sangre. En definitiva: me hacía palo tanta asamblea, me avergonzaba compartir lucha con el hippismo mil•lenarista y me tocaba las bolas el discurso imperante del civismo, la paz, la democracia, la banca ética y demas patrañas modernas. Tampoco soportaba a los progres como yo que iban de vuelta de todo, claro.

Por todo esto, antes de animarme definitivamente a salir de casa, busco alguna excusa que me resulte satisfactoria para obviar mi compromiso social. Desgraciadamente miro el teléfono y constato que tengo tres mensajes de texto – uno de ellos de un número desconocido – que reclaman mi presencia al lugar de los hechos – acaban con: “pásalo” y me encanta - . Me convenzo a mí mismo que ir apoyar a los “indignados” tiene numerosos puntos de contacto con el estudio que me había propuesto esta mañana: leer sobre la etnografía a multe-situada en el análisis de las relaciones económicas entre centre/periferia de aquello que algunos denominan sistema mundo.

En Gerard, como ligándome a la manifestación con el solo hecho de compartir conmigo una naranja, me pide la prisa y las legañas. Cómo si yo tuviera mucha experiencia en estas movidas, le digo que de mientras se cambié las sandalias por unas buenas bambas. Dice que no hará falta, que los Mozos querrán evitar problemas porque en el fondo están con nosotros. Contesto que estarán con nosotros cuando cobren como nosotros, que de momento son el único colectivo que disfruta de un incremento de las partidas presupuestarias. Aprovecho para añadir que un profesor de universidad asociado cobra 400 euros al mes y que un *anti-disturbio más de 3.000 euros – según rumores de dudosa procedencia - . Por una oreja me entra: “pero” y por el otro sale: “son personas”.

En definitiva, cogemos el metro y bajamos a Plaza Cataluña. El espacio está acordonado por una ridícula hilera de policías muy fácilmente traspasable por cualquier que tenga interés al buscarse problemas. Pienso que los Mozos nos provocan poniéndonos las cosas tanto fáciles, pero el mío cercando todo el mundo es Gandhi. Nadie llama consignas. Cuando alguien hace un discursillo un pelo exaltado, algunos “indignados”, como si de una asamblea se tratara, aplauden con lenguaje de signos. Voy rodeando la plaza, encontrándome gente: la Tutu, Marina, Edurne, Cecilia, Paula, en Mikel, etc, hasta que me instalo con Elena cerca de un cordón policial. Escuchamos en Bernat que, megáfono en mano, explica las violentas sutilezas con las que los Mossos d'Esquadra tratan los compañeros que están en el interior de la plaza: no se los permite salir ni para ir a trabajar, se los priva de agua, de ir al baño, etc.
Sin creérmelo llamo a los policías: “este barco se hunde y estáis dentro”. Uno de los robots me premia con una sonrisa idiota, como si supiera de metáforas. Le digo: “tú no rías, donde está tu identificación?”. Esta vez adivino que me está tomando la matrícula para pegarme a la primera oportunidad que tenga.

A todo esto, por Ronda de Sant Pere llegan muchas “lecheras” - por los no-familiarizados con el argot, este apelativo refiere a que reparten “leches”- e imagino que pretenden rodear la manifestación como si se tratara de un nicho para operar lejos de miradas indiscretas. Con esta táctica consiguen aislar físicamente la concentración del resto de conciudadanos preocupados al pagar la hipoteca sin dignidad y, sobre todo, invisibilitzarla de la curiosa mirada de los guiris que a esta hora ya piden comprar en la mejor tienda del mundo – por los no-familiarizados con el registro publicitario de nuestros políticos: es Barcelona- .

De lejos, veo que por Ronda San Pedro los Mossos empiezan a cargar contra algunos compañeros. Al círculo de gente donde estoy se llama: “no a la violencia, no a la violencia!” y decido quedarme en este núcleo pacífico - más por miedo que por ganas-. Inicio una conversación con Elena sobre uno de los múltiples “cotilleos” sentimentales de los alumnos del Departamento de Antropología y.... Seguidamente estoy en tierra, noto que sangro abundantemente por la oreja y tengo la vista nublada. Sólo escucho la voz de una chica preciosa y desconocida que me informa que he perdido el conocimiento y que ya han avisado los servicios médicos. Trato de acompasar la respiración, alguien me pone algo frío por la oreja, alguien propone buscar la pelota de goma que me ha impactado y tampoco falta alguien que me recomienda de no ponerme la mano a la oreja y estar “tranquilo”. En un tiempo indeterminado llegan dos médicos de amarillo fluorescente y me levantan a peso Tengo tiempo de girarme hacia el cordón de Mossos d'Esquadra y dedicarles toda mi incomprensión. Los médicos me traen hacia la Ambulancia por el medio del tiroteo indiscriminado. Yo estoy muerto de miedo y, como que mis piernas se niegan a andar entremedias de los carniceros, los médicos me tienen que coger en brazos para placer de los fotógrafos.

Un golpe dentro la Ambulancia se me trata como si hubiera caído en bicicleta mientras se comprueba diligentemente que no tengo la mandíbula rota. “Es sólo una hemorragia interna al oído, tienes que ir el hospital porque te hagan una radiografía y comprueben que no has perdido audición. En realidad te tendríamos que traer nosotros pero no hay suficientes ambulancias y hay muchos heridos. Coge un taxi y ve en el Hospital del Mar, que al Clínico habrá mucha cola. Tiene esta bolsa de hielo por el camino y el “parte”. Ahora recuerdo: RECORTES. Detrás mío entra una mujer con la cabeza abierta y llena de sangre. A juzgar por la edad perfectamente podría ser mi abuela. A juzgar por el espíritu rebelde, a buen seguro que no.


Cojo un taxi con Elena y voy al Hospital del Mar. El taxista sólo nos dirige la palabra para cobrar. A la entrada del Hospital un chico negro trata de hacerse entender en inglés, dicen que le buscarán un médico que hable inglés y me hacen pasar ante sede. Dentro recibo la solidaridad de la médica que me da el ingreso y los penosos consejos de emancipación política de una enfermera. A la Sala de espera pasan imágenes de la *escabetxina de Plaza Cataluña y comento la jugada con una paciente de origen gallego. Le digo que, después de las últimas elecciones, los Mozos tienen la legitimidad suficiente para hacer el que los apetezca. Ella me dice que el problema es que los jóvenes no vamos a votar y que, sobre todo, siempre, siempre, se tiene que ir.

Después paso a la consulta dónde, por fin, las enfermeras me empiezan a decir guapo, cariño y rey. Todas están muy preocupadas por mí y se acuerdan de la madre del policía que me ha disparado. Se escandalizan de la heridita que me he hecho a la rodilla cuando he caído desplomado en tierra. Cuando me cojo confianza con una de rastas me dice: “pero, entre tú y yo, de verdad no has hecho nada para provocar la policía?”. Justo en este momento, como invocados, aparecen dos Mozos de uniforme a los cuales recuerdo con malas palabras que son el brazo armado del poder -mercenarios de mierda, o algo así-. La enfermera me acalla y ya no me vuelve a mirar con los mismos ojos.

Me toca una doctora pija que no ha sentido a hablar de la matanza de Plaza Cataluña pero que, a razón de sus ojos, se le perdona. Cómo que he perdido el conocimiento me tienen que hacer un TAC. Cuando pregunto qué es, me responde que sirve para verificar el correcto funcionamiento de las neuronas. Sin ser especialmente agudo bromeo sobre que esta prueba le tendrían que hacer a los Mossos d'Esquadra pero nadie parece encontrarle la gracia. Me hacen el TAC pero, como me mareo y no sé estar quieto, lo tienen que repetir por indignación del doctor.

Después me vuelven a traer a la consulta. Pronto llega otro herido de Plaza Cataluña: Álvaro. Dice que le han pegado un golpe de porra “con ganas” al brazo mientras hacía resistencia pacífica y que ha perdido el teléfono y la cartera. Explica que a mucha gente le han dado a la cabeza y que ha sido una auténtica masacre. El morbillo del relato hace que se acerquen a hablar con nosotros enfermeros y médicos que nos expresan cierta solidaridad e insisten porque ponemos una denuncia que, saben positivamente, no servirá para nada. Cuando nos abandonan y Alvaro duerme, tengo que sentir un paciente que otorga a los moros todos los males de este país y, sin piedad, le expreso el equivocado de su punto de vista.

A la cabeza de poco, llegan visitas que me hacen sentir muy afortunado: Pere, Patri, Txell, Albert y que, junto con las numerosas llamadas: familia, Martina, Ferran, Mikel, Gerard, Pipo, Narciso, Dome, Pau, Jackeline, Cate, Sammy, Emma, *Subi, Guillo, Elena, constituyen un p

Alice85

A ver, que me lío.

Este chico es el mismo que Carta de un joven herido en el oído por una bala de goma [CAT]

Hace 13 años | Por --255111-- a kaosenlared.net
??

Porque yo ya me lío...